Por esa zona había algo de visibilidad del fondo otra vez y pude ver algunos ptenóforos, animales similares a las medusas, y aunque preciosos y espectaculares, también son urticantes, pero no hubo sustos.
La zodiac de la cruz roja se acercó a ver si me encontraba bien, porque tenía que estirar la columna haciéndome un ovillo en el agua en posición fetal para poder continuar y se asustaron pensando que me pasaba algo.
Había 2 puntos de avituallamiento. A mi parecer, muy lejos el primero (mi reloj marcaba a 5,7 Km) y muy apartado del trayecto a seguir el segundo. Me tomé un gel que llevaba guardado en el neopreno y a seguir hacia el puerto.
En todo momento las embarcaciones de apoyo nos animaron y preguntaban si necesitábamos algo. Al llegar a la playa del Puerto de Altea, me emocionó ver a varios participantes animarme a la llegada y acercarse a darme un abrazo por haber terminado.
Mi compañera Sagrario me esperaba sentada en la playa y me recibió con un gran abrazo y estaba ya preocupada por mí. A ella le fue fenomenal y llegó la tercera de su categoría.
Como me lo tomé con calma, a Antonio y Gaby les dio tiempo de cambiarse y pasar por el fisio de la llegada.
La satisfacción fue muy grande. Había sido capaz de terminar la prueba con un mar muy complicado. Mi reloj marcaba 11.300 metros de sufrimiento, porque la realidad es que en esta travesía, no he disfrutado, ha sido una prueba psicológica muy dura, pero me ha servido para ser consciente que los entrenamientos sirven para que el cuerpo aguante la dureza del mar siempre y cuando tu cabeza se imponga.