A un mes de comoenzar el reto a nado por Cabo de Gata-Níjar, nuestros nadadores y nadadoras, nos dan su impresiones sobre el reto.
A un mes de comoenzar el reto a nado por Cabo de Gata-Níjar, nuestros nadadores y nadadoras, nos dan su impresiones sobre el reto.
Sasi Barroso, una de nuestras nadadoras del reto, nos hace su crónica particular de esta estupenda travesía.
Llegamos el sábado 13 de mayo por la tarde a Altea, con un tiempo espectacular.
Recogimos las bolsas de nadadores, escuchamos la presentación de la prueba y recibimos información del reto de “Brazadas de vida”. La organización colaboró con este reto solidario y se presentó su video promocional.
Después un pequeño aperitivo al aire libre, que nos sirvió de cena y un poquito de ruido valenciano, unos petardicos, nos fuimos a tomar un helado al paseo marítimo, nos asomamos al mar y estaba muy tranquilo, sin viento, sin olas.
Nos dirigimos al hotel y nos acostamos con la esperanza que esta segunda edición de la Mediterranean Coast Challenge, el mar nos diera tregua. El año pasado hice la de 5,5 km con mi amiga y compañera TurAniAnA Ainhoa, y fue durísima. Olas, corrientes, picadura de medusa en la frente, frío, mar turbio, poca visibilidad de las boyas de señalización de la prueba, toda una odisea, pero conseguimos terminar la prueba las dos muy orgullosas de nuestro sacrificio.
Este año, me estrenaba con 10 km al lado de mis compañeros del CD TurAniAnA: Sagrario, Antonio y Gaby. La MediterraneanPRO personalmente sería crucial para sentirme capaz de afrontar el reto de este verano, nadar 60 km de la costa del Parque Natural del Cabo de Gata en 5 etapas.
La MediterraneanPRO transcurrió por la bahía que une el Alfàs del Pi y Altea. Es de agradecer a la organización el propósito de mejora contemplando las quejas recibidas en la encuesta del año pasado por la falta de boyas en el recorrido. Este año había boyas cada 500-600 m y Además, el circuito de 10 km este año era lineal.
El domingo 14 de mayo, con un poco de retraso sobre el horario previsto, nos recogía un autobús en el puerto de Altea para llevarnos a la zona de la salida, la playa de la Olla, y solo podíamos llevar lo indispensable para nadar.
De primeras, parecía que el tiempo estaba tranquilo. Salimos sobre las 8:30 y teníamos que nadar de frente hasta un islote y dejarlo a nuestra derecha para seguir dirección a Punta Bombarda dejando por seguridad las boyas a la izquierda hasta llegar a la zona dónde nos solapábamos con el circuito de los nadadores de 5,5 km, dónde había que dejar ya las boyas a la derecha.
Este año, las boyas personales eran obligatorias para garantizar la seguridad de los participantes, y la verdad, era de agradecer. Cuando levantabas la cabeza se divisaba fácilmente a los nadadores por los colores fosforitos de las boyas y de los gorros verdes de la prueba.
En la salida, había algo de visibilidad. Un fondo de posidonias muy bonito, con las praderas de un verde intenso y largas hojas moviéndose por debajo de nosotros al ritmo de las olas. Hecho predecible por el arribazón tan espectacular que había en la playa de la Olla, lleno de hojas, algas, moluscos y he de decir, que apenas se veía basura. Al pasar el islote, el mar empezó a cambiar: corriente en contra y mar picado, y a ratos olas grandes laterales. Así 8 km. Llevaba el reloj y era como si solo funcionara la hora. El tiempo corría y los metros no andaban. A pesar de haber más boyas que el año pasado, el movimiento del mar no te dejaba ver con facilidad. Tanto bracear en balde me cargo los hombros muchísimo, que junto a levantar la cabeza para ver a dónde dirigirme, me hizo que las lumbares me empezaran a doler por estar arqueando la espalda constantemente.
Al pasar por la Punta del Faro, llevaba unos 8 km y le pregunté a una embarcación que como andaba de tiempo, pues ya no veía a nadie y llevaba más de 3 horas y media nadando. Después de tanto esfuerzo estaba preocupada por si me tenían que sacar sin terminar la prueba. Pero me animaron a continuar y me dijeron que no me preocupara, que llegaba.
Pensaba que ahora, al virar en la Punta sería más fácil y llevaría la corriente a favor, pero no, ahora el mar me pegaba por el lateral y me pillaba ya cansada.
Por esa zona había algo de visibilidad del fondo otra vez y pude ver algunos ptenóforos, animales similares a las medusas, y aunque preciosos y espectaculares, también son urticantes, pero no hubo sustos.
La zodiac de la cruz roja se acercó a ver si me encontraba bien, porque tenía que estirar la columna haciéndome un ovillo en el agua en posición fetal para poder continuar y se asustaron pensando que me pasaba algo.
Había 2 puntos de avituallamiento. A mi parecer, muy lejos el primero (mi reloj marcaba a 5,7 Km) y muy apartado del trayecto a seguir el segundo. Me tomé un gel que llevaba guardado en el neopreno y a seguir hacia el puerto.
En todo momento las embarcaciones de apoyo nos animaron y preguntaban si necesitábamos algo. Al llegar a la playa del Puerto de Altea, me emocionó ver a varios participantes animarme a la llegada y acercarse a darme un abrazo por haber terminado.
Mi compañera Sagrario me esperaba sentada en la playa y me recibió con un gran abrazo y estaba ya preocupada por mí. A ella le fue fenomenal y llegó la tercera de su categoría.
Como me lo tomé con calma, a Antonio y Gaby les dio tiempo de cambiarse y pasar por el fisio de la llegada.
La satisfacción fue muy grande. Había sido capaz de terminar la prueba con un mar muy complicado. Mi reloj marcaba 11.300 metros de sufrimiento, porque la realidad es que en esta travesía, no he disfrutado, ha sido una prueba psicológica muy dura, pero me ha servido para ser consciente que los entrenamientos sirven para que el cuerpo aguante la dureza del mar siempre y cuando tu cabeza se imponga.
El Colegio Altaduna, del grupo Attendis, "se moja"
Nuestras heroinas donando sangre